Alineados con los ODS
Dentro de poco llegaremos al ecuador del plazo que Naciones Unidas nos marcó para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Se aprobaron en la Asamblea General que la organización celebró el 25 de septiembre de 2015. Y entre ellos figuran asuntos tan importantes como la seguridad alimentaria, la agricultura sostenible, la gestión responsable del agua, la protección de los ecosistemas terrestres y el medio marino, o la lucha contra el cambio climático.
Tebrio echó a andar justo un año antes de que los 193 compromisarios que participaron en aquella reunión estamparan su firma sobre el documento que establecía las metas globales para el año 2030. Y al conocer el contenido del texto, sentimos de algún modo que aquella declaración no sólo legitimaba nuestras ambiciones, sino también la visión que teníamos del futuro.
Porque independientemente de que seamos una compañía privada, llevamos marcados en nuestro ADN muchos de esos objetivos. Incluso antes de que se imprimieran sobre un pedazo de papel.
Perdidos en un círculo vicioso
Que el sistema de producción agroalimentaria ha tocado techo, no es ningún secreto. Y que dentro de poco se verá sobrepasado por una creciente demanda de alimentos que no podrá satisfacer, tampoco es una novedad.
El reto es mayúsculo, porque estamos perdidos en un círculo vicioso del que muchos no se atreven a salir. Aunque tendrán que hacerlo, ya que la otra opción acabará poniéndonos al borde del precipicio.
Nadie está diciendo que la agricultura, la ganadería o la pesca deban desaparecer, porque son la base de nuestra cadena alimentaria y deberían seguir siéndolo en el futuro. Pero si no optimizamos nuestros recursos y seguimos deforestando bosques enteros para plantar cultivos que son insostenibles; si continuamos esquilmando los océanos; contaminando los acuíferos con químicos; y sobreexplotando el suelo agrícola, nos meteremos en un atolladero mayor aún del que ya estamos viendo en algunas regiones del planeta.
La transición hacia un nuevo paradigma
No te estamos pidiendo que cambies un filete de pescado o de carne por un plato de insectos. Pero si utilizásemos la proteína del tenebrio molitor para complementar los piensos animales con un porcentaje de entre un 5% y un 10%, liberaríamos millones de hectáreas agrícolas que podríamos dedicar al consumo humano. Sin que por ello pusiéramos en peligro la cadena de suministro animal.
Una fábrica vertical de insectos no genera residuo alguno en el medio ambiente. Apenas necesita tierra y agua en comparación con cualquier otra explotación agrícola destinada al consumo animal. Y es capaz de producir infinitamente más proteína y de una manera constante y más eficiente.
Dicho esto, no es la única alternativa para emprender la transición hacia un nuevo paradigma. Y tampoco pretendemos que lo sea. Aunque la industria está lo suficientemente preparada como para asumir el reto si le damos una oportunidad.
Por Adriana Casillas, CEO de Tebrio y presidenta de IPIFF
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